I. ¿SUERTE? ...quizás, quizás, quizás...

cuando el Manto Nocturno arropaba al Río...
...en la Villa deTacotalpa, aquel Agosto de 1974

AFLORA LA SUPERFiCiE DEL OLViDO estar encargado de una finca bananera por una ribera del río Grijalva, ningún puente hacia la otra ribera y al resto de la civilización aún menos. Una canastilla pa embarcar los bananos era más que suficiente. Un viernes por la noche regresaba desde el banco de Villahermosa, con la raya del Sábado para los jornaleros y mi hambre con prisa por llegar a cenar. Rebasando un taxi lleno de gente, encendí mis altas estando junto a él, cuando justo enfrente apareció tremendo bordo de grava con brea y color carretera, alto como la proa de la Datsun cuyo velocímetro a 120 kilómetros nada me tranquilizaba, con una cerca de árboles empantanados a babor y el mentado taxi a estribor. Cruzaban mi mente veloces mensajes simultáneos, como ¡No frenas ni con chochos! pasando por Sin involucrar otros autos hasta el un tanto irreverente Ni pedo, Alfredo que desató mis carcajadas histéricas. ¿Cómo a punto de matarme, el úlimo pensamiento transcendental de éste neanderthal, era Ni pedo Alfredo? ¿Y a carcajadas? Al tiempo que afloraba mi locura, la cura completa estaba un maldito pasito tuntún al Más Allá. Muerto el perro se acabó la rabia pensé al final.

Un cañonazo me lanzó contra el techo borrando toda risa ipso facto. Centré al volante agarrándolo hasta con los dientes, mientras una bruma dorada impedía ver el exterior del parabrisas. Durante una eternidad, se fué acercando poco a poco un lejano chirrido de ruedas hasta ensordecerme y con una sacudida se inmovilizó la Datsun, silenciando todo alrededor mío menos a los mosquitos y ninguna bruma dorada flotaba. Afuera y enfrente, un par de luces se me venían encima a toda velocidad: la Datsun quedó inmóvil en sentido contrario ¡Invadiendo el carril del taxi! Frenó al centímetro de propinarme otro cañonazo más allá.

Aspirando tremenda bocanada de aire, logré al fin soltar el volante. Mis pies algo atorados dificultaron salir de la Datsun y preguntarle al taxi si estaban bien. Adentro, miraba ojos desorbitados del susto que les cortó la farra; el chofer, hijo de don Alfonso el ganadero -más prominente amén de cacike en la comarca- dueño fanático de una LandRover año cincuenta y seis a la que yo daba mantenimiento, me contó:

-Cuando usted, Ingeniero, se estampó contra el camellón de grava, voló por encima de nuestro capó girando como trompo; aterrizó de reversa, rodando en dos ruedas sobre el lomo de la grava con brea. Hasta apostamos: si volcaba entre los árboles o si caía sobre la carretera. Gané, porque sé cómo maneja y aposté a la carretera.- mostrando su puñado de billetes muy contento, mientras una punzada subía por mi tobillo izquierdo hasta opacar mi vista. Uno de los desorbitados entró a la Datsun para quitarla del camino:

-No se vá poder- informaba -porque pedal de embrague no hay y pedal de freno, pos tampoco hay.

Salió para dejarme asomar desde mi bruma: donde antes iban pedales, había un gran agujero negro sin piso. Salí para ver la Datsun afuera de mi bruma, los faros del taxi ayudando la luz de Luna: ya no tenía rueda ni suspensión delantera izquierda; la rueda trasera de ése mismo lado, estaba pegada transversalmente contra la defensa trasera. Todo el eje trasero tenía forma de herradura. Sentado en la Datsun por fin bajó la punzada y enfoqué al tobillo, notando que ahora estaba algo más corto. Traté de quitarme la bota pero estaba tan inchado que dolía demasiado. Salí para enviar un voluntario al Porvenir, rancho ganadero cercano y donde años atrás, Samuel el Tigrero me tomó como aprendiz: ahí tenían tractores para retirar la Datsun del camino.

Apareció un auto y señalizamos con lámparas de mano al peligro. Era nuestra Alcaldesa manejando de regreso a Tacotalpa: -¿Ya vé Ingeniero? Por andar corriendo como loco- dijo amablemente, a lo que reposté: -Desperdiciamos una Luna tan bella, doncita: me gustaría mejor atenderla a usted, que'l accidente por olvidar poner señales de aviso frente al camellón- logrando así esfumarla sin mediar más palabras.

Después de retirar la Datsun a lugar seguro, frente a la finca bananera, le grité al Mariachi Viejo que mandara la canastilla, para cruzarme a la otra ribera. Qué cosa más bonita es el Grijalba reflejando luz de Luna, entre ecos de sapos bufos delineando ambas riberas. Bajando la torre de la canastilla, me faltaba caminar un par de kilómetros hasta la cabaña donde Vicky esperaba con Juanito.

Recuerdo que la cojera a cada rato me tiraba al suelo; abundaban las venenosas naullacas nocturnas de cuatro narices (bothrops atrox), por ¿SUERTE? no topé con ninguna entre tanta bruma.

Toqué por fin la puerta de nuestra cabaña, diciendo a Vicky cuando abrió con Juanito en los brazos: -Tuve un percance con la Datsun pero estoy bien- y antes de cubrirme nuevamente la bruma pude ver su cara de horror, notando dos cosas: que no, no estaba nada bien y además, que se estaba agriando la leche que mamaba Juanito. Desperté sólo en mi catre al anochecer siguiente, sin la bota cortada para liberar al pié hinchado, destapando un tobillo de elefante, cuya gama de colores abarcaba del morado al violáceo, con una mosca verde encima y cuyo brusco aterrizaje me logró despertar.

Vicky entró con un huesero componedor de vacas y mulas (mi veterinario, como quien dice). Después que me privé en nuestra cabaña, cayó un huracán toda la noche, dejando nuestra ribera sin electricidad. Vicky encontró a la única persona capaz de atenderme por esta rivera. Nueve meses después que jalaron con todas sus fuerzas a mi pié, intentando regresar al tobillo en su lugar, dejé de caminar cojeando (y quince años después, saltaba en paracaídas aterrizando sin problemas). De ¿pura SUERTE? que si hubieran enyesado mi tobillo en vez de vendarlo, lo tendría rígido por haber cicatrizado sin movimiento.


1 comentario:

Tara dijo...

¿Ve usté grumete como los de rostro invisible también lo respetan?, pudo ser la última, pero no, que tienes carrete para rato.
Me encanta como cuentas tus vivencias, con ese acento local adoptado tan tuyo (que no adaptado), pues amas la tierra donde vives a pesar de las experiencias extremas.
¡Cuídese carajo!