III - la FLOR del CAFé

entre Sábados y Mercados: Tapachula

El repelente humor tan Otto, Hans y Fritz del jefe tête de boche -disparaba mi nada humilde causticidad- cubría la tedesca timidez tan natural del recién huído desde Alemania Oriental. El fin de semana, Joaquim y el Piojo (Ford 1948, mi favorita: la deportiva entre veredas del Café) bajamos a Tapachula para actualizar sus papeles de asilo, además de reportar mi FM-2 (identificación) evaporada en aquella bolsa de marino. Hasta revisaron con la Botschaft von Deutschland de México si yo era yo: ach du lieber Gott!

Allá cuando se rebelaron los colgados ganaron una tierra con libertad de ser esclavo si eres indio y ser dios cuando eres rubio. Desde el Sábado comenzaba mi asueto hasta el Lunes a las siete -ya bañado y rasurado- a bordo del Piojo mi transporte oficial y algunos encargos desde Tapachula: llenar tambos de gasolina o refacciones pa'l viejo Máistro de taller en Argovia. El primer Sábado entré al cine -para gozar de aire acondicionado- y exhibían el Salario del Miedo con Yves Montand. Me aferré al asiento por si volábamos hasta los cielos: en precarias camionas y veredas como las de Argovia, transportaban nitroglicerina en vez de café.
entre Burdeles y Botaneras: Tapachula
Saliendo de vuelta al horno, sed y hambre guiaron mis pasos al primer burdel gastronómico que topé. Una mirada escrutadora bajo mi cafetalero chambergo de palma no obtuvo respuesta y pude ocupar una mesa tranquilamente. Sentada adornando la barra, una mesera cenaba su descanso en turno, con porte y gallardía nada comunes. Notando mi entrada se levantó con dos cervezas y una sonrisa -«¿Necesitas compañía, mi Güero?»- clavando su par de ojos negros a venta en mis pupilas.

-«Si me acompañas a merendar ya tenemos trato»- respondí. Cada tres cervezas consumidas incluían botanas locales cual manjares de la Rielera. -«Me llamo Flor»- informaron casualmente aquellos ojos negros sirviendo mi tercera botana. Entre relatos desde Chauites hasta su niñez entre pescadores y manglares, el Domingo nos alcanzó y la Flor trajo mi cuenta. Cómo pasa el tiempo cuando pasa, ni duda cabe que muy muy a gusto. Gusto truncado bruscamente por el cinto casi vacío de billetes y sin cobrar mi primer sueldo en Argovia. Sin tener ni pa la propina olvidemos pa la factura entera, decidí abrirme de capa con la Flor, mientras cavilaba qué tipo de prisión militar fronteriza hospedaría mis pobres huesos.

Inmutable la Flor fué hasta la barra para traerme una pluma: -«No se me agüite mi Güero, los alemanes nunca traen efectivo porque acá asaltan, todos firman y a veces hasta pagan ¿tú crees?.»- guiñando cómplice mirada de quien conoce la vida. Acá se vale que´l profesional seduzca como parte del tratamiento, vale más exprimir caderas y carteras que cerebros y otras mierdas. Sinceridad mutua maneja la subasta: cuánto vales cuánto tienes cuánto tiempo. Cerrando su Botanera, la Flor propuso que si acaso quería conocer mejor los manglares de la Rielera -«nada como ir con sus primos a San José y regresar de madrugada»- en fugaz parpadeo mientras jalaba mi mano para subirse al Piojo.

Descubrí entonces que no soy fácil sino facilísimo, ninguna necesidad de ahijados traidores ni bolsa de marino alguna. Pa qué quisiera otro Domingo non Sancto, pudiera serme adictivo.
entre Barras y Manglares: San José el Huayate


CONTiNÚA:

3 comentarios:

Tara dijo...


Hola Lobo ¿Qué hay?
Has escrito no solo una memoria de vida, sino un tratado social de la época. La frase de la adjudicación de las tierras en la que dices:”ganaron una tierra con libertad de ser esclavo si eres indio y ser dios cuando eres rubio”, así lo ratifica.
Y esa tal “Flor” del café... ¡Uf de los Ufs compadre!

un AUTiSTA DiSLÉXiCO dijo...

Sí, toda una Fulana de Tal en carne y hueso hervía mi sangre Haiduk, sin atenerse a las consecuencias... (piel de Oveja Negra protección de Lobo)

Recomenzar dijo...

Un texto bueno entretenido y con sabor...
El sabor que cada uno de nosotros le pondrá cuando te lee.
Gracias por compartir